miércoles, 17 de abril de 2013

NOSTALGIA POR LOS DÍAS DE VINILO


Anoche, en Niceto, García presentó la versión en vinilo doble de su álbum en vivo “60 x 60”. Y reivindicó con pasión el formato.

Impuntual, al mejor estilo Charly García, el músico presentó ayer en Niceto su trabajo discográfico 60 x 60, en versión vinilo. El disco (doble) es una recopilación de lo registrado en sus últimos shows en el Gran Rex, a fines del año pasado coincidiendo con sus 60 años (Ver Una experiencia física ). Lo que faltaba, la versión vinilo, llegó rodeada de una apología del formato.
Con una hora y media de retraso, Charly apareció en el encuentro bautizado Vinylo (sic) a bordo de una limousina negra. Vestido de pies a cabeza del mismo color, con moño y sombrero, estuvo acompañado por Rosario Ortega, el Zorrito von Quintiero y el Negro García López, y escoltado en una moto por Fernando Samalea.
Un documental en blanco y negro, de diez minutos, realizado en los años ‘50 por la BBC -que se proyectó sobre el escenario- explicó el proceso de fabricación de los discos de vinilo. Enseguida, Dala, el hijo de Juanse, subió al escenario y contó un rito: “Nos juntamos en la casa de Charly a escuchar discos alrededor del aparato”, dijo. Algo que, seguramente, no sucede con la música digital.
Después, fue el turno de los DJ’s que, se apoderaron del escenario para hacer lo suyo. De traje y cada uno con su bandeja, Carlos Alfonsín, Cristian Peralta, Nico Cota y Alejandro Pont Lezica, referentes de su profesión, hicieron sonar Esos raros peinados nuevos, Influencia, Promesas sobre el bidet, Funky, Asesíname, El día que apagaron la luz mientras uno de ellos leía datos técnicos del disco de García. Entre el público estuvieron Fito Páez, Palito Ortega y Vera Spinetta.
Finalmente, a las 21.20, Charly salió al escenario e instalado en un sillón antiguo se explayó: “Estoy muy contento, en serio, por haber podido salir de una habitación chiquita y tener todo el jardín para recorrer y flores para decorar la tierra. Sobre todo, el vinilo que fue como se conoció la música”. Y ahí nomás hizo su gran oda al formato. “Es una satisfacción poder volver a hacer discos porque era un plomo ir con el CD a casa y que sonara como una milanesa napolitana. Cuando tenía 5 años, tenía un Winco y no podía creer que se escuchara, así, sin electricidad”.
Charly recordó que su primera guitarra eléctrica se la fabricó él mismo con una púa del tocadiscos y una ballenita. “El principio del vinilo es simple: tirás una nota, transmitís vibración y después se escucha prácticamente lo mismo. Recomiendo que se consigan vinilos para volver a escuchar la calidad de la música”. Antes de irse, Charly hizo sonar en el tocadiscos que llevó de su casa, Figuración, de Almendra. Y la música inundó el aire.

EL DISCO
Una experiencia física

Para los sobres de los tres CD de la caja 60 x 60, en la que registró los conciertos de celebración de sus 60 años, Charly García pensó –o aprobó el diseño- réplicas de tapas de long play. Y en línea con eso, los lados impresos de los discos compactos estuvieron inspirados en los viejos centros de los LP.
Sin embargo, por suerte parece que al músico, declarado amante del vinilo, no le alcanzó con ir hasta ahí nomás, y 41 años después de la edición de su primer larga duración (Vida) parió uno nuevo, doble, que recopila una selección de las 57 pistas del box, que incluía además tres DVD. Aunque esta vez, sin libro ni póster.
“El vinilo te daba un contacto físico y visceral con la música”, escribió el periodista Alfredo Rosso en el interior de la tapa, al describir la posibilidad de “explorar” el disco ubicando la púa en el lugar preciso, “agarrando el brazo por el borde para cambiar de canción”. Un movimiento que exigía un compromiso y una habilidad infinitamente mayor que la de apretar un botoncito y mirar el paso de numeritos de ángulos rectos en un display.
Pero esa experiencia física se extiende al modo en que los sonidos salen de esos surcos, al contrastarlos con los que salen de los CDs. Porque la manera en que los bajos se adueñan del espacio y someten las estridencias a su voluntad en Yendo de la cama al living, la manera en que las impurezas humanizan la sonoridad de la Canción de 2 x 3, o en que las guitarras atacan en La sal no sala, marcan diferencia. Es irremediable comparar el 60 x 60 en relieve sobre fondo negro, con el The Bea-tles de la tapa del Album Blanco. O disponer, entre pista y pista, de un par de segundos de silencio. Pero no es sólo eso. Aún haciendo abstracción de esos condicionantes, los temas suenan distinto.
En total, García eligió 16.
Cerca de la revolución, Influencia, Asesíname, Rezo por vos, El día que apagaron la luz y Tango en segunda, enganchado con El amor espera, entre otros, para resumir el recorrido que el músico hizo por su carrera durante aquellas nueve noches de Gran Rex junto a su banda, The Prostitution.
Y se guardó, para el cierre del cuarto lado (B del LP 2), una “versión maravillizada” de Desarma y sangra que lo muestra al desnudo, con su voz quebrada, su dicción empastada, frases superpuestas y texturas apiladas, en un gesto de honestidad estética que conmueve tanto como abruma.

Por: Eduardo Slusarczuk
Fuete: Clarín

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